Bueno, para algunos era claro el mediodía. Sus sombreros, sus gafas, su espera bajo la sombra. Las olas regresaban calientes, se iban frías.
Estaba claro: yo tenía que desenmarañarme de su cabello, de lo intrincado de nuestros sueños. Detenernos.
Dejar de unir nuestras madrugadas con la fresca noche. Andar por la aguda vida.
miércoles, mayo 12, 2010
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guauuu!! asi me gusta mucho, lo que se deja ver, pero algo esconde...
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