martes, febrero 08, 2011

Puerta.

Llegó a la puerta con ese olor magnético que me enloquecía, sudaba ligeramente y pude notar que era muy limpio; las puntas de sus dedos entre el muro y la puerta eran perfectas. Fue cuidadoso e impulsivo con cada palabra, amable y certero porque se trataba de mí. Mientras yo detenía la puerta con el pie podía ver las líneas de su pecho delgado detrás de la camisa.

Pude imaginarlo caminando hasta aquí, con el rostro sereno y sonriéndole a las jovencitas; con su ropa añejada adquiere un aire de olvido, alguien que siempre va y viene solitario. Seguía empujando la puerta, tan esperanzado como si yo fuera toda su vida. Me susurraba entre la puerta, me decía que estaba loco por estar ahí, me repetía que estaba enamorado como nunca antes lo había estado. Sus palabras lo hacían aún más misterioso, más imponente, menos real; igual de frágil que yo.

Tembloroso y frío me gritó que abriera la puerta, fue hasta entonces, con ese grito que pude descubrir que era sincero. Abrí la puerta y pude ver ya sin trampas, toda su pasión.

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