sábado, junio 11, 2011

Se me olvidan ella y él

Que nadie olvide las cuencas de su cara. El dolor rasgado de la capa sobre su espalda; su bastón de madera, llámese rodillas o crisma o la elemental sonrisa. Que se sepa muy en lo alto que fue joven o niño, que pisó delirios, pero que pese a todo siguió vivo. Que nunca olviden (incluso antes de que él muera) que llegó a viejo, que también fue viejo. Que entre ese fin y él existe una sorpresa, y eso no cualquiera.

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Tengo un trébol de cuatro hojas; llevo toda la tarde deshojándolo. El sol hace de pegatina en mi piel. Detengo mi falda que se alborota con el aire...

Me urge y le deseo; todas las gargantas tienen un hueco, pero, en verdad que hay un hueco en mi garganta. Sonoro de amables punzadas y arbitrarias redes de soledad. Agonizo en esta dulce calma arrastrada por múltiples patos en el agua.

Lo mismo de siempre: mis manos resecas, la mirada flotante. Acudo a conciertos, cruzo el parque, me acuerdo de ti. Soy una pegatina más. Aún soy aquélla con la que no estás. Sigo quitándole tréboles al trébol, que no acaba.

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