Rozo los treinta /
sin embargo advierto cómo se desprenden nuestras manos
como si un cono abismal te absorbiera
como si un verdugo tirase de mis pies
cual frutero del que brotan incontables granadas
poco a poco, en silencio durante la noche
que van cubriendo la mesa, que ruedan
hasta que azotan contra el tapete de Navarra o Chiapas, qué se yo
y entonces al abrirse la mañana
hay un manchadero de rojos
un triste desperdicio de frutos nuevos
puras cáscaras y huesos
pero venga quita esa cara larga
descruza los brazos
seguro en un par de años me vuelvo ese cono abismal /
me aferraré a la yema de tu dedo meñique
como exploración de hormiga
como punzante alfiler.